Nos conocimos hace más de 17 años en Alemania con una beca Erasmus. Después de unos cuantos años y dos niñas cada una Teresa vive ahora en Suiza y nos invitó a pasar unos días con su familia.
Así que allí fuimos, como regalo de mi cumpleaños, en nuestro primer viaje al extranjero siendo 4.
Una de mis mayores “preocupaciones” (aparte de que no cayeran enfermas o que viniera un temporal que cerrara los aeropuertos) era encontrar nieve para que las chicas pudieran verla. El cambio de clima también se notó allí, que en pleno mes de noviembre aún hacían 20 grados.
Finalmente en el puente de diciembre cayó una gran nevada. Así que a la semana siguiente que llegábamos nosotros encontramos todo blanco y helado.
El viaje transcurrió sin mayores inconvenientes que los llantos de la más pequeña por tener que atarse el cinturón en el avión o un vómito en el trayecto en tren después de probar los croissants extra de mantequilla.
Observar y asombrarse
Hacía tiempo que no cogíamos un avión así que cada detalle era emocionante. La mayor, que apenas tiene 5 años era una esponja absorbiendo todo lo que veía a su alrededor.
Enseñar y compartir lo que vemos, incluso aquello que para nosotros los adultos puede no tener nada de extraordinario, transmite a nuestros hijos entusiasmo por aprender, observar y contagia la emoción por las pequeñas cosas. Saludar en otro idioma, entregar los pasaportes en un mostrador o mirar por la ventana del tren son experiencias que quedan en sus pequeñas grandes mentes, les enseña a ser observadores y a asombrarse por el mundo que les rodea.
Cuando los niños se aburren
El viaje hasta nuestro destino final era largo: suponía hacer noche, un autobús hasta la estación y un tren de 2 horas y media de duración. Cuando los niños se aburren se inquietan, se pelean, se aceleran… y con edades tan cortas es comprensible que se cansen rápido, piensen que se llega en 10 minutos y no tengan paciencia.
Así que parte imprescindible del equipaje era una mochila para cada niña con entretenimiento: muñeco preferido, piezas de lego, cuentos, libreta blanca y colores, agua, algo de comida de verdad y algo de “comida de mentira” (tenemos de plástico y madera, que quizás sea con lo que más han jugado siempre).
Más disfrute y menos expectativas
Fueron 4 días en total, incluyendo la ida y la vuelta. Así que no disponíamos de mucho tiempo para “toures” (el periplo hasta llegar hasta allí era suficiente). El principal objetivo era conocer el nuevo hogar de nuestra amiga, descansar, jugar con la nieve y pasar tiempo con las chicas. No tener unas expectativas muy altas fue un gran acierto para que el viaje fuera muy disfrutado y aprovechado al máximo. A veces esperamos hacer muchas cosas en poco tiempo y los niños no son capaces de seguir los ritmos adultos ni llegar a absorber tantos estímulos.
Sentarse sin prisas, desconectar, tomar un café y mirar por la ventana. Parece tan poco y, sin embargo, parece que nos ponemos muchas trabas para conseguirlo.
(No puedo negar que el ventanal ayudaba mucho).
La necesidad de estar
Para las niñas sólo jugar. Después del ajetreo diario que llevamos necesitábamos un gran respiro y así lo sintieron también ellas que se “contagiaron” de este ritmo de descanso.
Si hay algo que queda en mi memoria de estos días es sentir la calma, el silencio de aquel pueblo de montaña y los muchos momentos de juego y risas entre hermanas. No es que no hubiera antes, es que a menudo con las prisas no nos paramos a mirar, a darnos cuenta.
La más pequeña, que acababa de cumplir dos años, empezó a hablar. La mayor, realmente asombrada, sólo quería salir a tirarse y rebozarse en la nieve. Crecieron del tirón en todos los sentidos.
Tirarse en trineo, comer una raclette, tomar un vino caliente en el mercadillo navideño, ver nevar a lo grande y hacer un muñeco de nieve. Con los objetivos cumplidos, así transcurrió el viaje.
A veces no importa la cantidad de cosas que podemos llegar a ver o hacer. Tampoco el destino.
A veces no es necesario irse tan lejos o salir de viaje. Cuando vamos como pollos sin cabeza y las urgencias del entorno nos convocan es muy necesario pararnos a estar.
Y que nuestras fuerzas, además de hacer y resolver, estén también en disfrutar. No sólo nosotros sino también con nuestros hijos.
Pudimos comprobar, una vez más, lo bien que nos sienta a grandes y pequeños poder parar, descubrir cosas juntos y disfrutar.
Básicos para ESTAR Y DISFRUTAR (no sólo en los viajes)
- Mejor poco que abarcar mucho y en exceso
- Disfrutar el “no hacer nada”
- Aparcar expectativas altas y disfrutar de su presencia
- Saborear, sin tanto perfeccionismo, desde los preparativos hasta los trayectos. Si lo consigues, seguramente ellos lo harán también